“… Oigo
voces indistintas. / Oigo sonidos indefinibles. /
Oigo
pisadas. / Oigo silbidos. / Oigo bocinas. /
Oigo el
bullicio de la calle…”.
Gonzalo
Millán, La ciudad
Está completamente claro que la cuenca de los
ríos Mapocho y Maipo, lo que hoy llamamos la ciudad de Santiago, antes que
llegara acá Pedro de Valdivia y su hueste conquistadora, en diciembre de 1540,
ya estaba habitada por miles de personas que aglutinamos bajo el nombre genérico
de pueblos originarios. No sabemos con precisión cuántos miles, pues en aquella
época todavía no se hacía “el mejor censo de la historia”.
También recogemos investigaciones recientes que
plantean que nuestra capital se emplazó sobre una ciudad anterior en la que,
por ejemplo, la actual Plaza de Armas de Santiago fue un centro administrativo
incaico.
Estratos
de diversas culturas bajo la ciudad de Santiago. (Ilustración de Patricio
Bustamante dispuesta en el sitio http://www.revistasomos.cl/2014/03/enigmas-de-su-fundacion-bajo-santiago-una-ciudad-inca/)
Sin embargo, lo que señalan las actas del
cabildo, institución importada por los españoles y que gobernaba las ciudades,
es que el 12 de febrero de 1541 Valdivia, el alarife Gamboa y el centenar y
medio de peninsulares que los acompañaban, llevaron a cabo un acto simbólico de
fundación de una ciudad, Santiago del Nuevo Extremo. Instituida capital del territorio conquistado, dieron paso a un
nuevo orden de cosas, no sin una cruenta guerra de por medio que afectó sobre
todo a los antiguos habitantes de esta parte del mundo.
476 años han pasado desde aquel instante
fundacional y, cómo no, mucha agua ha corrido bajo el puente. Mas, como en todo
orden de cosas de los humanos, una historia de continuidad y cambio se ha
tejido desde entonces. Entre los primeros, las permanencias, podemos señalar que de partida la ciudad se sigue llamando de la misma forma;
se mantiene como capital, aunque desde hace dos siglos, en vez de un reino lo
es de una república; el trazado de las primeras calles y manzanas, en torno a
la Plaza Mayor, continúa con su estructura similar y su forma de damero; si
bien hemos aprendido de alguna forma a convivir con ellos, los terremotos
siguen afectándonos fuertemente cada vez que la tierra se manifiesta. He ahí algunos ejemplos.
Portada del libro Plaza
de Armas, el corazón de Santiago (2012),
A su vez, los elementos de cambio en esta
ciudad, transcurridos cuatro siglos y medio, no son menores. Por ejemplo, el
río Mapocho es cada vez más “urbano” y menos natural (hasta una carretera
subterránea corre bajo parte de su tramo); lo mismo ocurre con los dos cerros principales
de la cuenca, los antiguos Huelén (hoy Santa Lucía) y Tupahue (hoy San Cristóbal),
que dejaron de ser ariscos y pedregosos y fueron transformados en verdes
parques; si bien las sedes de las principales instituciones políticas se
mantienen en el casco histórico, quienes suelen dirigirlas emigraron al oriente
de la ciudad.
Pero en esta ocasión, queremos detenernos en
un cambio importante de la capital, a 476 años de su fundación. La cantidad de
habitantes. Es lógico que en más de cuatro siglos su número haya aumentado en
forma considerable. Sin embargo, no es natural ni un designio divino que hoy
seamos alrededor de siete millones (considerando que el país en su conjunto
todavía no llega a los veinte millones). Por lo mismo, en la actualidad la
ciudad se ha extendido desde el triángulo fundacional, en torno al Santa Lucía,
hasta los contrafuertes cordilleranos y los cerros y angosturas que rodean la
cuenca.
Estimamos que el excesivo número de habitantes
de Santiago, en gran medida, obedece a una mala política de descentralización,
muy propia y factible de ver en los llamados países subdesarrollados. Con la
concentración de servicios y oportunidades de todo tipo (económicas, políticas,
financieras, culturales, recreativas, etc.), es bien difícil evitar que mucha
gente de regiones no desee vivir en la capital o que los que ya la habitamos
queramos emigrar definitivamente de ella.
Por otro lado, hay un tema que quizás podría
ayudar a resolver en parte la sobrepoblación de Santiago y tiene que ver con el
transporte. Ya sabemos que en dictadura se implementó un fatal plan para mermar
la situación del ferrocarril. Y en los gobiernos posteriores, otras nefastas
políticas y negociados le asestaron un duro golpe. Sin embargo, en los últimos
meses hemos sabido de proyectos para potenciar el servicio de trenes a Rancagua
y se ha hablado de estudios para implementar un tren rápido a Valparaíso. Si el
traslado de personas entre Santiago y la ciudad puerto demorara veinte minutos;
o si el trayecto a Concepción fuera de una hora y media, ¿cuánta gente se iría
a vivir a una distancia de 500 kilómetros o menos de la capital, para venir a
trabajar en ella y luego volver a su casa? Claramente no es la situación ideal
ni el mejor ejemplo de descentralización, pues igual Santiago debería soportar una
carga diaria importante de trabajadores y, además, las otras localidades podrían
transformarse en meras ciudades-dormitorio. Lo sabemos. Pero es una posibilidad
al menos para estudiar.
Como quiera que sea, hoy nuestra capital está
de cumpleaños y corresponde celebrar, sobre todo apuntando a hacer de ella una
ciudad más querible y mejor vivible.
Santiago de Chile: ¡a tu salud!
Vólker Gutiérrez A.
Director Letra Capital Ediciones
Vólker Gutiérrez A.
Director Letra Capital Ediciones
Co fundador Cultura Mapocho
www.culturamapocho.cl
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