Unas semanas atrás, caminando bajo la llovizna por la costanera de Valdivia y su mercado fluvial, expresaba mi gozo de vivir de nuevo esa experiencia, lúdica, de estar en una de las ciudades más bellas de Chile. Unos desafiantes lobos marinos, recostados en el pavimento, fuera del río, me obligaron a torcer la ruta.
Muchos años ha, una tarde distendida de cigarros, calle y vereda, a la salida de la jornada colegial, el único compañero de curso que algo tocaba la guitarra nos cantó una canción que, en broma, nos señaló que era de su autoría. Los presentes nos contentamos y le celebramos el tema, por la agradable melodía y una letra en la que reconocimos pellejerías y paisajes urbanos cotidianos. Tiempo después supimos que el verdadero creador de la canción, bajo la metáfora de un viaje, era un dúo valdiviano.
Antes de partir a mi última visita a Valdivia, hace menos de un mes y por razones laborales, conté a mis amigos en facebook que haría tal. Titulé el breve párrafo con “Lluvias del sur”, y agregué un link al tema de Schwenke y Nilo que se pasea por la geografía física, urbana y humana de la región de Los Ríos como ya lo quisiera enseñar cualquier profesor. Porque Angachilla, el Calle-Calle, Collico y la calle Picarte son como están descritas en la canción.
A fines de octubre del año pasado, en un local de Peñalolén, tuve la última oportunidad de escuchar en vivo al dúo que ya no residía, estudiaba o creaba en Valdivia. Por supuesto que ya no eran iguales a cuando, tantas veces en la década de los ochenta o noventa, pude apreciarlos en diversas jornadas, en distintos escenarios, con la misma línea de su serena propuesta musical y su desgarradora poesía. Más todavía: el propio Nelson hizo una broma acerca de los problemas, de salud y familiares, de quienes ya superaron los cincuenta años de edad.
Este viernes 22 de junio, desde anoche en realidad, a contrapelo de lo que se señala en su canción más emblemática, Schwenke y Nilo hacen noticia. Y reconozco que me sobrecoge, lágrimas incluidas, a esta hora de la tarde de un día triste, el inicio del cotidiano programa radial de Julio César Rodríguez, que se suma a la pena y al homenaje a Nelson. Me duele esta “moda Cerati”. Y les pido disculpas por lo demasiado personal del texto escrito; pero creo que también son compartidas por miles de chilenos, especialmente por los amigos y compañeros de mi ochentera generación, por los que aman la música, por todos quienes se conmueven con las “cifras de la Unicef”.
Lo siento, querido Nelson. No tengo tu fuerza para describir con letras el dolor. Ni menos tu capacidad musical para embellecer las palabras. Es más: apenas alcanzo a contarte que en Santiago, cuando es ya invierno pero no llueve, “mi cigarrillo solo se ha consumido, sin poderlo fumar…”.
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