viernes, 17 de junio de 2011

Lugarizando la memoria: Joan Baez en Ñuñoa, Chile

Invierno de 1981, invierno de 2011. Treinta años.

A pocos días del inicio oficial del invierno, se reencuentra de nuevo con el público chileno toda una institución en la producción de música de películas: Ennio Morricone. De seguro que el éxito de su anterior paso por el país, hace tres años, incentivó la idea de traerlo de nuevo por estas latitudes.

El catálogo de Morricone es muy amplio y, para muchos, archiconocido. Ganador de un Oscar Honorífico en 2007, ha trabajado con directores de cine entre los que se cuentan Brian de Palma, Pedro Almodóvar y, por cierto, Sergio Leone. Algunas de las cintas en que participó fueron La Misión, El bueno, el malo y el feo, Cinema Paradiso, El clan de los sicilianos, Los intocables… sólo por nombrar algunas.

Podríamos escribir eternos párrafos a fin de dar cuenta del trabajo de este músico originario de Italia. Y unas cuantas páginas serían llenadas con la diversidad de géneros fílmicos en que ha participado. Sin embargo, a propósito de su regreso a nuestro país, hay una película que es pertinente recordar: se trata de una estrenada en 1971 y que relata el juicio y muerte de dos anarquistas italianos en Estados Unidos: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Del director Giuliano Montaldo, la película incluye una canción que se hizo popular en todo el mundo, con el nombre de Here’s to you, interpretada por Joan Baez, la cantante norteamericana que en su momento fue llamada la reina de la canción protesta.

Joan Baez, antes de la colaboración con Morricone, ya era famosa por su vínculo con la música folk, por su participación en movimientos pacifistas y a favor de los derechos humanos, por su trabajo con Bob Dylan y por su actuación en el festival de Woodstock. Por lo mismo, no fue extraño verla siempre rodeada de miles de jóvenes, en multitudinarias marchas o conciertos, o al lado de figuras como Martin Luther King. De ahí, sólo un paso tuvo que dar para formar parte de la banda sonora de Sacco y Vanzetti, la película que difundió una histórica injusticia de principios del siglo veinte.

Hacia 1981, en América Latina varios estados vivían bajo regímenes militares. Por cierto, Chile no era la excepción. En ese contexto, Joan Baez organizó una gira que incluyó Brasil, Argentina y nuestro país. Toda una empresa de solidaridad por los derechos humanos, no exenta de complejos avatares y amenazas, como la prohibición de hacer presentaciones en público.

En el invierno de 1981, en Chile todavía el dólar estaba a 39 pesos. La crisis económica del 82, la misma que quebró bancos y financieras, la que elevó la cesantía a un 25 por ciento, aún no masificaba las protestas contra la dictadura y, en ese contexto, quienes se manifestaban en contra del atropello a los derechos humanos estaban más bien confinados a un margen. Era peligroso, mortal muchas veces, sacar la voz… ni qué decir alzarla.

En el invierno de 1981, ante el acoso a la disidencia, buena parte de la Iglesia Católica, dirigida por Raúl Silva Henríquez, seguía disponiendo su ayuda a quienes no concordaban con el régimen militar, a través de la Vicaría de la Solidaridad o, muchas veces, facilitando recintos eclesiásticos a los opositores de entonces, sobre todo si de proteger los derechos humanos se trataba.

En el invierno de 1981, Joan Baez arribó a Chile, por muy poco tiempo, negándole las autoridades el permiso para hacer un concierto público. Como en otras oportunidades de esos tiempos, se hicieron los arreglos necesarios para que miles de personas no se quedaran con las ganas de recibir el saludo de la cantante norteamericana. Y así fue organizada una presentación privada, sin venta de boletos, corriendo la voz, en un salón de la Parroquia Santa Gemita, en calle Suecia al llegar a Simón Bolívar, en la comuna de Ñuñoa.

También en el invierno de 1981, en la edición número 13 de la recordada revista La Bicicleta, se anunció en portada una revisión fotográfica de la “gira” que hizo la cantante norteamericana. Más tarde, el sello Alerce, bajo la batuta del incansable Ricardo García, sacó un cassette con el registro de la actuación de Baez en Santa Gemita. Son fuentes importantes para dar cuenta de un momento especial que se vivió en Santiago de Chile.

En otro invierno posterior, en los pasillos del Campus Oriente de la Católica, alguien contó la aventura que vivió la vez que saltó las altas rejas de la parroquia Santa Gemita, a fin de entrar a escuchar el concierto de Joan Baez. Con emoción, decía que miles de personas no pudieron ingresar al salón y debieron contentarse con oírla desde un patio, por altavoces. Un amigo, más privilegiado, me narró que la artista estadounidense también visitó la sede de la Fundación Missio, en la zona norte de Santiago, para apoyar la labor que encabezaba la monja Karoline Mayer por los pobladores más pobres. Ahí la reina del folk interpretó unas pocas canciones y, cuando ya se retiraba, le pidieron que cantara ese himno de Bob Dylan llamado Blowing in the wind, ante lo que Baez se excusó diciendo que ya había guardado su guitarra; pero mi amigo tomó la propia, se puso a rasguear y, caminando por un corredor hacia la calle, tuvo el privilegio de acompañar el canto de Joan.

Al comenzar el invierno de 2011, treinta años después de los hechos narrados más arriba, gracias al soporte tecnológico de internet, pueden ustedes escuchar algo de lo que emocionó a más de cinco mil personas que, con mucho cuidado y sigilo, se reunieron en una parroquia de Ñuñoa, en la calle Suecia al llegar a Simón Bolívar.


“Sí, es verdad”, expresó Joan Baez en la parroquia Santa Gemita, como respuesta al coro multitudinario que se sumó al Here’s to you, y que modificó espontáneamente la letra del inglés por el criollo El pueblo unido jamás será vencido. Quizás algún asistente al concierto de estos días de Ennio Morricone, al oír el tema de Sacco y Vanzetti, infaltable en su repertorio, también recuerde que esa canción, hace treinta años, en el invierno de 1981, en la voz de Joan Baez, pasó a formar parte de una memoria que debe ser situada, que necesita ser lugarizada.